22 de junio de 2010

La ciencia aplicada al futbol



Para todos los amantes del deporte rey y la ciencia aqui teneis un artículo publicado por El reservado (pagina que os recomiendo visitar si o si)

Cuando Rafa Benítez fue investido en junio de 2008 doctor honoris causa por la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche por su aplicación de la metodología científica en ciencias de la actividad física y del deporte al entrenamiento del fútbol, se convertía en una de las pocas personas del mundo del fútbol – otros notables ejemplos incluyen a Carlos El Pibe Valderrama y al inefable José Mourinho – en recibir tal reconocimiento. La UMH otorgaba el doctorado honorífico al ex entrenador de Valencia, Liverpool y, desde hace unos días, del Inter de Milan por "su trayectoria profesional y su reconocido prestigio dentro del ámbito de la actividad física y del deporte", y aunque proveniente de una humilde universidad, estaba probablemente justificado.

En la laudatio, el discurso que precede a la investidura, se destacaba que el método de trabajo de Benítez incluye un análisis detallado del esfuerzo que cada jugador realiza durante un partido para decidir sobre las rotaciones o la revisión sistemática de cómo los jugadores del contrincante han tirado desde los 11 metros en los últimos años, lo que permitió al portero de los Reds parar cuatro de los cinco penaltis lanzados por su actual equipo el Milán en la tanda de la final de la Liga de Campeones de 2005.


Aunque el caso de Benítez sea algo extremo por su atención a los detalles, lo cierto es que muchas de las decisiones que se toman por el cuerpo técnico de clubs y equipos nacionales tienen un fundamento científico. La selección española de fútbol ha preparado el Mundial de Sudáfrica en los Alpes austriacos no sólo para recuperar las buenas sensaciones de la Eurocopa de dos años atrás, sino también para aclimatarse a las condiciones invernales que los futbolistas se están encontrado en Sudáfrica. Si bien algunos campos están casi en zonas de montaña (el Estadio Ellis Park de Johanesburgo está a 1.767 metros sobre el nivel del mar), la altitud no debería ser un problema para la roja porque, como aseguraba a El País el fisiólogo Julio César Legido Arce, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), por debajo de los 2.000 metros el organismo no necesita aclimatación y porque “la pequeña merma que excepcionalmente puedan tener los jugadores de la selección como consecuencia del cambio de altura la van a suplir con la preparación física y sobre todo porque son grandes técnicos”.

La medicina y Drogba

La medicina es probablemente la disciplina de referencia para futbolistas y cuerpo técnico, como prueba el que Didier Drogba sea capaz de jugar (y marcarle un gol a la defensa canarinha) con la cabeza del cúbito rota, o que los jugadores sean capaces de recuperarse de un esguince en cuestión de días. De hecho, si las aplicaciones militares han sido clave en el desarrollo de la aeronaútica, las telecomunicaciones o la energía nuclear, casi puede decirse que el fútbol es también punta de lanza para los avances en la traumatología, la cirugía o la ciencia del dolor.

Por supuesto, la relación entre ciencia y fútbol también discurre por otros derroteros: aunque el deporte rey está relativamente a salvo de la plaga de doping que diezma periódicamente los pelotones ciclistas, aún es recordado el positivo de Maradona en el Mundial de Estados Unidos 1994 o el falso positivo por nandrolona de Pep Guardiola al final de su carrera en Italia. Por no hablar del Jabulani, el polémico balón oficial de Sudáfrica 2010, desarrollado por Adidas en colaboración con la Universidad de Loughborough (Reino Unido). Habría que preguntar a Faouzi Chaouchi o a Robert Green, porteros de la selección argelina e inglesa, si, como afirman sus creadores, “proporciona a los mejores jugadores del mundo un balón con vuelo excepcionalmente estable y un agarre perfecto en cualquier condición”

Otras disciplinas

Pero, aunque dominantes, no son sólo las ciencias de la salud las que tiene algo que decir, sobre todo cuando el fútbol es un negocio que mueve mucho dinero. Un estudio publicado tan sólo unas semanas atrás por la consultora Frontier Economics analizaba el valor de mercado de las alineaciones de los diez equipos nacionales a priori más potentes que ofrecía resultados interesantes. La española es, con 303 millones de euros, la más cara después de Argentina (293 millones, con el valor de mercado de Messi estimado en 140 millones) e Inglaterra (263 millones). El 11 de julio de 2010 – si no antes – podremos comprobar si realmente no estábamos confundiendo, como decía el poeta de los necios, valor y precio.

Un elemento de imprevisibilidad

En últimas, fútbol es fútbol Boskov dixit – y hay un componente de imprevisibilidad que tiene que ver con la suerte, las ambiciones de los jugadores como individualidades o el espíritu de colectividad que sea capaz de generar un equipo. Incluso la medicina más avanzada es incapaz de resolver misteriosas dolencias, como la pubalgia que ha tenido a Kaká en dique seco durante una buena parte de la temporada del Madrid de los galácticos (versión 2).

Ahí es donde la psicología entra en juego. Y si no, que se lo pregunten al entrenador francés, Raymond Domenech, cuyos jugadores se pusieron en huelga tras la expulsión del Anelka, o al mismísimo Diego Armando Maradona. Como recogía el diario Marca el pasado 27 de mayo de 2010, el seleccionador argentino ha prometido ponerse “en bolas” frente al Obelisco de la Plaza de la República de Buenos Aires (una referencia fálica de libro) si la albiceleste se alza con el triunfo en Sudáfrica. No hace falta recurrir a Freud o Jung para darse cuenta de que tan sólo unos milímetros por debajo de las declaraciones del propietario la mano de Dios – “que la chupen, que la chupen, y que la sigan chupando” – palpitan las pulsiones más básicas del psicoanálisis.

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